lunes, 9 de agosto de 2010

La pacificación de favelas en Río, un modelo para Brasil











RIO DE JANEIRO.- Sonriente, la estatua de Michael Jackson que domina el morro Doña Marta hace ya tiempo que no oye el silbido de las balas. No hay tiroteos en las calles de la favela Santa Marta, una de las más violentas de Río de Janeiro hasta hace poco. Atrás quedan los días en que el Comando.
Vermelhocontrolaba la comunidad, las razias de la policía militar o las batallas entre facciones, como aquella que libraron en agosto de 1987 los sicarios de "Zaca" y "Cabeludo", dos legendarios capos  enfrentados por el dominio del territorio.

Ubicada en la acomodada zona sur de Río, Santa Marta fue, hace año y medio, la primera comunidad elegida por las autoridades para ensayar una nueva estrategia en la lucha contra el narcotráfico: la liberación permanente de los territorios ocupados por el crimen organizado. Es un modelo que ya beneficia a 11 favelas y a más de 200.000 personas, y que se quiere extender a todo el país, como ya han prometido los principales candidatos para las elecciones del próximo 3 de octubre.


A sus 60 años, Francisco Justino se acerca cada mañana a "saludar" a la estatua del desaparecido artista estadounidense en un mirador del morro. Jackson grabó allí en 1996 el videoclip "They don´t care about us", lema que bien podría resumir el sentimiento del millón y medio de personas que, como Justino, se hacinan en las cerca de 1000 favelas encastradas en los boscosos cerros de Río. "La pacificación es lo mejor que le ha pasado a Santa Marta -cuenta Justino-; aquí, antes, había mucha violencia y ahora la gente vive tranquila."


La violencia de la que habla Justino dejó huellas palpables en algunos puntos de la favela. "Ahí estaba el «cuartel general» del Comando Vermelho [Comando Rojo]." Antonio Guedes, dirigente de la Asociación de Residentes de Santa Marta, señala hacia una pequeña placita en la zona alta del morro donde solían reunirse los capos locales que controlaban hasta noviembre de 2008 esta favela de cerca de 10.000 habitantes.


En el muro donde ahora se alza una delegación de la Unidad de Policía Pacificadora (UPP), todavía se aprecian los balazos de la batalla campal que precedió a la pacificación. "La zona alta del morro era la más caliente de la favela, desde donde los narcotraficantes podían controlar las incursiones de la policía o de grupos rivales", explica Guedes, que sólo tiene elogios para el programa de pacificación del gobierno estadual.


Un programa que, sin embargo, en su primera fase tiene muy poco de "pacificador". Las tropas de elite del Batallón de la Policía Militar (BOPE), tristemente célebres por aplicar la táctica de Pancho Villa (primero dispara y luego averigua), irrumpen en las favelas con el apoyo de helicópteros y caveirãos (carros blindados). Los agentes del BOPE -armados para combatir en una guerra convencional- "limpian" la zona, durante las primeras 72 horas, en busca de los jefes de las bandas de narcotraficantes. Aquellos capos que no han huido antes de la invasión suelen caer en las refriegas con el BOPE o son detenidos.


Esa militarización de la comunidad se prolonga durante uno o dos meses hasta que se extinguen todas las bocas de fumo (puntos de venta de droga) de la favela. Con el camino despejado, es el turno para la entrada en acción de la UPP, una fuerza de ocupación que, al contrario del BOPE, suele dar los buenos días antes de actuar. En Santa Marta, hay desplegados 120 agentes "no contaminados" (sin relación con el BOPE), que realizan un trabajo comunitario, de aproximación a los vecinos, mientras patrullan permanentemente el territorio "liberado". Para completar el programa, la "pacificación" va acompañada de inversiones en infraestructuras, mejoras en los servicios de salud y educación? y hasta de una cobertura de Internet inalámbrica.


Con la pacificación del morro de Salgueiro hace sólo unos días, ya son 11 las barriadas marginales integradas en el programa de las UPP, entre ellas, la célebre Ciudad de Dios, inmortalizada en la película de Fernando Meirelles. Más de 200.000 personas viven ahora sin milicias armadas o bandas de narcotraficantes en sus barrios. A cambio, soportan la vigilancia permanente de más de 3000 policías.


Una "revolución"
El programa de pacificación fue impulsado por el gobernador Sergio Cabral, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), aliado del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, después de haber dado varios bandazos en su política de seguridad con resultados nefastos. "Apenas asumió, Cabral se embarcó en una campaña a sangre y fuego contra las bandas de narcotraficantes, pero no logró reducir el poder de las milicias en las favelas; después de ese fracaso, cambió de estrategia", apunta el sociólogo Ignacio Cano, investigador del Laboratorio de Análisis de Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).


Para Cano, la estrategia de pacificación supone toda una "revolución" en la política de seguridad de Río: "Tuvimos en el pasado alguna experiencia similar, pero no llegó a funcionar; el objetivo principal de las UPP es acabar con el control territorial de los grupos armados, y eso se está logrando". Carlos Costa, de la ONG Viva Río, que lleva 17 años trabajando en las barriadas marginales de Río, comparte esa visión: "La principal ventaja de este modelo es que puso fin a la política de exterminio anterior".


Ahora, casi dos años después de haber puesto en marcha el nuevo modelo, las autoridades celebran el cambio de paradigma en el combate al crimen organizado: "Este programa es para toda la sociedad; es una política de Estado, no de gobierno", señala el secretario de Seguridad de Río, José Mariano Beltrame.


Por el momento, las estadísticas de inseguridad ciudadana en Río todavía estremecen: más de 6000 muertes violentas al año, aunque el número de homicidios ha caído un 15% en el último año. La policía carioca continúa siendo la que más mata del mundo. Tanto plomo anda suelto en Río que cada 48 horas alguien resulta herido o muerto por una bala perdida.


Desconfianza
Esa brutalidad policial ha llevado a muchos vecinos de las favelas pacificadas a mirar con desconfianza a los nuevos ocupantes uniformados. "Antes de la entrada de las UPP, también se vivía tranquilo", cuenta en voz baja Michelle, empleada del bondinho que conecta la parta baja y alta de Santa Marta desde hace un año. "La diferencia -concede Michelle- es que ahora hay más trabajo para la gente de la comunidad."


Las reticencias de algunos vecinos tienen que ver con ciertos abusos policiales que se siguen cometiendo en las favelas. "Yo he visto a algunos policías maltratando a los jóvenes sólo por su aspecto, les pegan y les rocían con gas pimienta", afirma un comerciante de Pavão-Pavãozinho, una favela pacificada a fines de 2009 y que levanta sus miserias en los cuartos traseros de las sofisticadas playas de Copacabana e Ipanema. Acodado en la barra de su puesto de refrescos, el vendedor dispara sus críticas: "No respetan a la gente, ésa es la verdad". "Ahora el barrio está tranquilo, pero antes también; si uno no se metía con los narcotraficantes, ellos no se metían contigo", abunda un cliente.


El sargento Junior Mendes, uno de los responsables de la UPP en Pavão-Pavãozinho, en la que hay desplegados 170 agentes, sabe que los recelos de los vecinos no desaparecerán de la noche a la mañana. "Esa confianza lleva tiempo, lo estamos logrando poco a poco; nosotros tratamos de ayudar a los vecinos, pero también les pedimos que nos digan si han visto a alguien traficando: algunos colaboran y otros no, por miedo a represalias de los narcotraficantes o porque antes colaboraban con ellos", explica el oficial.


Desde la ONG Viva Río, el experto Carlos Costa refuta las críticas de algunos residentes: "Hay todavía conflictos entre los vecinos y la policía, pero la diferencia es que antes había ejecuciones y ahora, algunos abusos que pueden ser denunciados".


La pregunta que nadie se atreve a responder sobre el nuevo modelo de seguridad es qué pasará cuando las UPP emprendan la retirada. ¿Volverán los narcotraficantes a imponer su poder paralelo? "La policía llegó para quedarse", afirma Beltrame. "Lo importante es ir liberando territorios", coinciden Cano y Costa. Otros expertos, como Luiz Antonio Machado, de la Universidad Federal de Río, consideran que esa estrategia de ocupación permanente podría derivar en "un control autoritario de la policía sobre las capas más desfavorecidas de la sociedad". Otro efecto perverso de la pacificación es la "migración" del crimen organizado hacia otros barrios marginales de la ciudad.


El complejo de Alemão, en el norte de Río, es refugio de maleantes. Allí han recalado muchos de los narcotraficantes que lograron huir antes de que el BOPE "limpiara" sus comunidades. Por el momento, es terreno vedado para la policía. "Hasta que se produzca la pacificación, que va a llegar pronto", advierte Costa, que reconoce que el gobierno está priorizando los corredores del sur de la ciudad, la zona dorada de Río, con vistas a la celebración de la Copa del Mundo de fútbol en 2014 y de los Juegos Olímpicos en 2016. La previsión es que en esas fechas unos 60.000 agentes de las UPP patrullen en más de 70 favelas, las más violentas de la ciudad.


Para entonces, tal vez, en los cerros de Río habrá muchas estatuas sonrientes y muy pocos fusiles.

1 comentario:

  1. MICHAEL HIZO MUCHISIMO POR TODAS LAS PERSONAS QUE VIVIAN EN ESAS FABELAS
    SIEMPRE ESTUVO CERCA DE LOS MÁS NECESITADOS,DE LOS NIÑOS SIN HOGAR,ENFERMOS,HUERFANOS
    SU LEGADO SIGUE Y SEGUIRÁ VIVO EN NUESTROS CORAZONES PARA SIEMPRE

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